Volker Weidermann
Madrid: Alianza, 2015

Ostende 1936, el verano de la amistad

El alemán Volker Weidermann periodista cultural, nacido en 1969, redactor jefe del suplemento cultural del periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung nos presenta aquí un interesante trabajo sobre escritores y exilios, ambientado en Ostende (Bélgica) en el turbulento verano de 1936. En los cafés de la ciudad costera coincidieron en esos meses escriotores famosos como Stefan Zeig y Joseph Roth, o Arthur Koestler, pero también otros menos conocidos pero igualmente importantes como la alemana Irmgrad Keun, que entabla una intensa relación con Roth; Ernst Toller, Edward Egon Kisch, etc.

A los cafés de Ostende acuden a diario estos escritores para comentar la evolución de sus obras, sus relaciones con los editores, la situación política en Alemania (gobernada ya por el régimen nazi) y en Europa, y sus historias personales.

El libro se centra sobre todo en las relaciones entre Zweig, escritor famoso y reconocido, que ejerce de judío rico y protector, y Joseph Roth, otro escritor, bebedor, bohemio, rebelde y orgulloso, judío también, que admite la tutela y los consejos del primero. Pero también en la relación amorosa entre Roth y la joven escritora alemana Irmgard Keun.

Una cita del libro:

“Para todos ellos, aquel verano representaría un momento de normalidad en una existencia que de normal no tenía casi nada. A pesar de ello, era imposible dejar de lado la política en sus conversaciones. Kisch, comunista militante, al cruzarse con Roth al comienzo de las vacaciones, le saludó chistoso: “¿Sin corona? ¿Sin armiño? ¿Qué te pasa, viejo judío de Habsburgo?” Y él respondió: “Muy gracioso, viejo judío bolchevique”. El exilio forzoso les había obligado a observar las cosas sin ilusiones, pero así acababan también por tener que constatar con dolor su propia impotencia. Una impotencia que para muchos de ellos acababa siendo insoportable. Habían querido creer que antes o después podrían volver a casa, y sabían que cuanto más se alargase el viaje menos posibilidades tenían de volver. Roth, ayudando a su amigo Zweig en la conclusión del Candelabro enterrado, le había escrito: ‘El verano se estaba acabando, era un verano ya muy viejo, muy cansado… Un verano que se parecía a un viejo judío; un verano que parecía querer descansar él mismo en el camposanto’”.