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Todo comenzó en un vagón de tren que se dirigía a Mhow desde Ajmer. Allí fue donde el narrador de nuestra historia se cruzó por primera vez con dos buscavidas británicos dispuestos a hacer cualquier cosa para tener éxito en la vida: Daniel Dravot y Peachey Carnehan. Volverían a verse dos veces más. En una le contaron su disparatado plan: viajar a Kafiristán, una parte remota de Afganistán, para enriquecerse. En la siguiente ocasión que los vio conoció el desenlace de su peripecia.
Un joven huérfano, John Trenchard, lleva una vida cómoda y tranquila en Moonfleet, un pequeño pueblo de la costa sur de Inglaterra. Por casualidad descubre un túnel secreto en la iglesia del pueblo que lleva a unos subterráneos utilizados por los contrabandistas. Ahí encuentra un cofre que contiene pistas para hallar el paradero del legendario diamante de Barbanegra, un tesoro supuestamente maldito.
Tiuri está a punto de ser nombrado caballero. Tiene dieciséis años y está velando sus armas junto a otros compañeros en una capilla. Ahí deben pasar toda la noche, en silencio. A través de las ventanas un anciano desconocido pide socorro. Si abandona la estancia romperá una tradición milenaria y nunca podrá recibir el espaldarazo que lo hará caballero. Finalmente accede ayudarlo. Así comienza una extraordinaria epopeya que lo llevará desde el reino de Dagonaut hasta el de Unawen a través de bosques y montañas.
El mundo se ha ido a pique. La concatenación de una serie de desastres a nivel mundial —una crisis económica que derrumbó todos los mercados, un virus que diezmó la población llamado Muerte Blanca y una sucesión de guerras locales con bombas nucleares de por medio— lo han convertido en un lugar inhóspito y salvaje, sin estados, ni organizaciones, ni democracias.