Dominick Dunne, muy conocido por su columna en Vanity Fair, alcanzó el éxito con varias de sus novelas. El trabajo como cronista de la alta sociedad estadounidense debió de proporcionarle un excepcional conocimiento del ambiente en el que se mueve la élite social. Una temporada en el purgatorio nos cuenta la historia de la poderosa familia Bradley. Los personajes, hábilmente perfilados, se mueven entre el mundo de los colegios exclusivos, los vecindarios para millonarios y el futurible estrellato político. El autor conocía perfectamente una realidad que nos ha legado novelada.

El otro punto fuerte del libro es la idea de la culpa. El impacto de un asesinato en un entorno alejado aparentemente de la violencia desata una serie de complicidades que retratarán a cada uno de los personajes. En este caso el autor también conocía en primera persona aquello de lo que iba a escribir. Años antes había perdido a su hija asesinada a manos de su pareja. El agresor fue condenado solo a tres años por homicidio involuntario. Desencantado con la justicia, Dominick Dunne relató las crónicas de diversos procesos judiciales. Este hecho nos hace comprender su interés por la historia real del asesinato, en la década de los 70, de la joven Martha Moxley. El cadáver de la adolescente apareció en las proximidades de un club de golf de una exclusiva zona de Connecticut. Un insistente rumor vinculaba a un pariente de la familia Kennedy con los hechos. El caso estuvo sin resolver durante más de veinte años.

Esta historia es la base de la ficción que nos encontramos en la obra. Estructurada en tres bloques temporales que recorren más de dos décadas, con un buen número de personajes bien dibujados y pasajes en los que no ahorra ningún detalle, la novela tiene todos los ingredientes para una lectura que atrapa desde el principio. El autor modificó algunos detalles, cambió nombres y lugares para evitar problemas legales, pero tras la lectura se intuye la autenticidad de la cara oculta de un mundo que deslumbra desde las páginas de sociedad.