Llenar el vacío es una película israelí de 2012 con un exitoso recorrido por diversos festivales, entre los que destaca el Festival de Venecia y su Copa Volpi para la joven actriz protagonista Hadas Yaron.

La historia nos conduce hasta el más íntimo escenario doméstico de una familia judía ultraortodoxa. La inesperada muerte de la hermana de la protagonista cambiará por completo el destino de una joven que verá tambalear su futuro y el de su familia.

La directora, Rama Burshtein, ofrece un relato insólito por el hecho de estar contado desde dentro. Ella solo había hecho películas para el público femenino de su comunidad y ahora quería mostrar al mundo cómo viven, sus costumbres, su cultura y su forma de afrontar la cotidianidad desde sus raíces.

La autenticidad de lo que vemos se debe al buen trabajo actoral y al hecho de ser rostros poco conocidos. La extrañeza que nos puede provocar el trato distante y casi artificial al que obligan las estrictas reglas con las que viven, queda diluida en las miradas, silencios y la singular proximidad que desarrollan los protagonistas. Una cámara pausada y estática, hace incluso más difícil separar la ficción de lo que podría ser real. A lo largo del metraje, el retrato, por momentos casi antropológico, de la mujer y su papel, del concepto de sacrificio y honor, o la lealtad a la familia, entre otros, seguro sorprende al espectador e invita a una interesante reflexión sobre el peso de la cultura en la construcción de determinados conceptos y valores. Para la memoria quedará una última escena, con la elocuente mirada de una joven que refleja en sus ojos todo lo que no puede contar.