Mejor la ausencia
Corre el año 1979 y Amaia, una niña de cinco años, nos cuenta cómo es el día a día de su familia a orillas del Nervión. A través de su mirada infantil sabemos cómo son las relaciones entre ellos, con sus vecinos, el colegio… pero también se perciben algunas disonancias de las que no se dan explicaciones, como unos misteriosos viajes a Francia, un padre ausente o días en los que su madre parece estar dormida todo el tiempo. Siguiendo los pasos de esa niña, recorreremos la década de los 80, con el trasfondo de la música de Eskorbuto, las huelgas, las drogas, la kale borroka y la violencia colándose en las vidas de todos y cada uno de los protagonistas del libro.
Podría parecer que Edurne Portela, la autora de esta novela, se suma a esa corriente abierta por el éxito de Patria de Aramburu. Pero, aunque esta es su primera incursión en la ficción, no es la primera vez que trata el conflicto vasco. En 2016 publicó el ensayo El eco de los disparos, y en su trayectoria no han faltado los artículos sobre el impacto de la violencia en distintos ámbitos.
En Mejor la ausencia opta por un estilo narrativo arriesgado, con el que busca plasmar la edad de Amaia, su protagonista principal, en cada pasaje. Al principio puede resultar extraño encadenar frases cortas y sencillas, propias de una niña de cinco años, a lo largo de varias páginas. Pero, a medida que avanza el tiempo y la edad de la protagonista, la narración gana impulso y autenticidad, al poner en boca de una adolescente la falta de madurez y la rabia con la que Amaia afronta su futuro incierto.
No es una novela sobre ETA, pero ETA está. No es una novela sobre la violencia, pero la violencia es algo omnipresente. Tampoco es una novela iniciática, pero recorre el camino de descubrimiento hacia la edad adulta de su protagonista. Y sin ser ninguna de esas novelas, es todas esas novelas a la vez, para acercarnos desde dentro a un territorio y una época que recordamos como espectadores del telediario, o a través de las portadas del periódico. Además, nos enseña que, solo desde lo íntimo, seremos capaces de empezar a entender lo profundo del desgarro, y el alcance de las heridas que se quedan en la piel y en el recuerdo.